MARLENE DENIS, “NAVEGA MARTÍ EN MI SANGRE DE ISLA”, por Ricardo Rubio
28 junio, 2015 — AZ | Editar
Marlene Denis: el compromiso con la palabra escrita
Marlene Denis, escritora hispano-cubana. Profesora de letras y correctora de estilo, llega a la literatura siendo adolescente cuando obtiene su primer premio en un concurso de poesía, a la edad de 14 años. Creó y presidió los talleres literarios del municipio Cerro, en La Habana durante veinte años. Fundó el Taller Literario Provincial de La Habana y asesoró el infantil-juvenil “Ismaelillo” dentro de la propia localidad. Fue miembro de la Brigada “Hermanos Saíz” de Escritores y Artistas de Cuba con más de una treintena de premios en diversos certámenes literarios, tanto dentro como fuera de la isla. Impartió conferencias sobre Poesía Contemporánea de Cuba en la Universidad de Parma en el año 1996. Fundó y condujo la Tertulia Literaria “El Rincón de la Salamandra”, en Manresa, Barcelona, entre los años 2010-2013. Fue coordinadora del II y III Festival Internacional de Poesía “Grito de Mujer” en Manresa y Sant Vicenç de Castellet, en Barcelona. En 2014 participó como Académica en el XVIII Festival Internacional de Poesía de Curtea de Arges, en Rumanía. Parte de su obra se encuentra recogida en diversas antologías de Cuba, América Latina, Estados Unidos, Austria, Rumanía y España. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España, y pertenece a otras entidades como la Asociación Mundial de Escritores, el Movimiento Poetas del Mundo y Mujeres Poetas Internacional. Ha publicado diversas obras, entre las que destacan: “Donde termina la distancia I”, Ed. Extramuros, Cuba, 1988; “Donde termina la distancia II”, Online Studio Productions, Panamá, 2011; “Mi bella isla” (relatos), Online Studio Productions, Panamá, 2011; “Al filo de la fe” (co-edición) Ed. Casa Eolo, España, 2011; “Más allá de la palabra”, Ed. Pasión por los libros, España, 2011; “Bajo el cielo del exilio”, Ed. Seleer, España, 2012; y “A pesar de la sequía”, Ed. Art Gerüst, 2013. Además, se encuentra en proceso editorial su poemario “El ciruelo de Salamandra”.
(Tomado de Unión Nacional de Escritores de España – http://www.unionescritores.com/2015/03/marlene-denis-el-compromiso-con-la.html)
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Marlene Denis: “Navega Martí en mi sangre de isla”
Acerca de su libro “A pesar de la sequía”
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Con altos niveles de significación, Marlene Denis goza de la buena salud poética: precisión verbal, inventiva, justeza. Su tono es distendido, desenfadado y ameno, posee la tranquilidad que otorgan la rectitud del lenguaje y el dominio de la traducción sensitiva-objetiva desde la psiquis al papel, y que son capaces de producir el regocijo estético en el ocasional lector o escucha. Sus destellos de sentido se manifiestan a través de una forma semántica en extremo concreta y sin fisuras.
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“He querido ser sincera
con cuanto el poema labra,
pero está el abracadabra
de mi semilla extrajera.”
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En el intimismo de algunos de sus poemas encontramos giros agudos y de penetración filosófica, también de la cruda lucha por la ubicuidad, de la grave noticia; pero cierta firmeza de espíritu nos revela una autora indeleble, sincera —aunque prudente, y no por eso menos intensa—, a la hora de arrojarse al ruedo de lo que un verdadero libro de poesías significa, que es revelarse, mostrarse hasta los huesos, “vaciar el costal”; no por ello sacrifica la ética escritural. Su poesía es un canto que a veces evoca a través de la copla:
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“Quisiera ser al anverso
de la tierra y de la mar.
A veces quisiera estar
entre la tinta y el verso.”
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Como a todos “a veces un bolero se mete en mi rabia”; como a todos “a veces el aire aspira a convertirse en diáspora”.
“Ya sé que cuesta/ sentarnos a la mesa de los necios,/ dialogar con el fraude…”
Sus grandes preocupaciones: la relación entre tiempo y realidad, entre distancia y presencia, entre pasado y consuelo, la conduce por caminos de luminosa catarsis —metáfora de una luz posible en las caídas—, pero valoriza la memoria más allá de su dramática visión; a esa oscuridad de la psique impedida para todos, opone sus recuerdos y la noción concreta de una realidad inamovible, lacónica y fascinante.
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“A veces es bueno saborear
las velocidad del tiempo,
saber que olemos a mundo
entre teas y escayolas…”
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La lectura de A pesar de la sequía no nos dejará indiferentes.
Ante la firmeza de su palabra no podemos evitar la sensación de la plenitud poética.
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De “A pesar de la sequía”
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OMNIPRESENCIA
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Puedo ser la Niña de Guatemala,
muertecita de amor a la sombra,
el esqueleto del cóndor
y la apariencia salvaje del océano
que nos retorna a la arena.
A veces consigo ser
máscara y vicio
a contracorriente de la multitud
a la risueña mariposa
que dejaste volar hacia la nube
con su ternura a cuestas.
Soy todo cuanto niego
en los confines de la eternidad.
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VIII (del opúsculo “Cabalga Lorca por mis ojos de tierra”)
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En sintonía con las galaxias
yazgo de pie
sobre el espejismo
—como fantasma—
a mitad de la madrugada sin lucero.
Universo, lo iluminas todo,
incluso
esta quietud en su caracol
de metáfora y espinas
cuando el amasijo de huesos y lombrices
—cual lado prodigioso—
prolonga mi hábitat salvaje.
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I (del opúsculo “Elegidos”)
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Para no olvidarme de mí
he vuelto mientras escucho la luz
y su forma de languidecer
tras las cortinas.
Creí haber perdido el rastro
en el equilibrio de las aves
entre mendrugos de abandono
que confiaron mi ausencia
al acoso fornicador
en la sangre de la memoria.
CESC FORTUNY i FABRÉ: “La dolorosa partitura del miedo”
No conozco otros textos de Cesc Fortuny y me limitaré a expresar las sensaciones que “La dolorosa partitura del miedo” ha despertado en mí (para recabar otros aspectos del autor, Marian Raméntol Serratosa ha detallado, en un cuidado epílogo, “Cesc Fortuna i Fabré, la poesía del rapto”, el análisis de la obra poética del autor y su trayectoria).
Son numerosas las formas poéticas dables en un tiempo de emancipación de cánones, estructuras y sistemas, pero no todos los poetas optan por el ejercicio de esa libertad, la mayoría va detrás de la “gran oreja”, del público vasto, multitud para la cual la comprensión directa es condición necesaria y gusta de aferrarse a una significación cotidiana, repetitiva, sencilla -pobre, a la postre-, y por lo general muy lejana de voz y sello originales. Cesc Fotuny i Fabré no elige este camino. Intuye que no es fácil poetizar extremando los límites del lenguaje, cargando con la sensación de ese núcleo, tan central y a la vez distante, donde ardemos y estamos completamente solos con las palabras que no caben en la boca. Es en ese límite donde bucea su mensaje: la “reconstrucción del irredento yo”, al decir del prologuista de la obra, Ángel Guinda, en ese límite da rienda suelta a las formas idiomáticas que surgen de lo hondo.
Pese a las incomodidades que le propone la expresión sintónica con el ser en sí y el ser en todo, Cesc Fortuny i Fabré no transige con lo coloquial. El lenguaje coloquial es limitado, simple, adocenado, donde todo se repite como clichés cinematográficos, todo se parece a ese formato general adolescente más o menos elaborado según el creador de turno; es decir, en estos casos la poiesis desaparece, o mejor: no aparece, se hunde en un recuerdo o en la nostalgia, la creación se hace ilusión. Hay situaciones y sucesos en nuestra existencia que la palabra de todos los días apenas revela un saludo o la descripción de un acto simple; el lenguaje cotidiano tiene límites muy ceñidos a las cuestiones prácticas, y muy difusos cuando se indaga lo esencial. Esto no le sucede a la poesía profunda, pero cuando ésta rebasa ciertos límites, se la tacha de críptica, oscura, gótica y otros adjetivos de igual tono, que advierten bien pero califican mal. Refiriéndose a los lectores que rehuyen los versos “difíciles”, el poeta argentino Rodolfo Rodino (1936-2015) sentado a la mesa de un bar, una vez dijo dijo: “Es que hay lectores muy vagos”.
Cesc Fortuny no ha elegido el camino sencillo de los versos simples, que vienen expresando lo mismo siglo tras siglo con leves variantes, y aunque sabemos que la elección estilística es un embeleco y que llegamos a ciegas a un talante que parece estar decidido de antemano por nuestros primeros años de vida y por una genética que lo predispuso, también debemos estar conscientes de que optar por lo simple o lo profundo comprende una buena parte de nuestro albedrío, del mismo modo en que está en nuestra voluntad la permanencia y la afinación permanentes de la palabra poética. El tropo puede ser simple o profundo, pero la justeza del símbolo es la que manifestará el mérito y el crecimiento, y de allí la riqueza semántica. Y los símbolos son la potencia de nuestro autor, su fuego.
Encarrilado en una corriente neoexistencial, Cesc Fortuny describe/denuncia la caída a una alucinación apocalíptica, descarnada de lo cierto; vidas ultimadas por las lacras de la ceguera y el descontrol, hombres perdidos entre vanidades, vicios y muertes innecesarias, componiendo la horrorosa instantánea que ve fuera de sí y que refleja en los paisajes de adentro. Atraviesa las redes temporales o espaciales, los órdenes establecidos, el aire, el agua, pero siempre vuelve a la madera o a la semilla de un modo lacerado y penoso, donde su yo se articula a la caza de un sentido.
Los símbolos frecuentados en estas páginas son numerosos: ángel, espejo, monstruo, bestia, semen, madera; pero piedra, mármol, roca, guijarro y ceniza son citados regularmente en distintos poemas, denunciando un tema central o, por lo menos, el núcleo generador de instancias importantes en la obra. Estos símbolos son los que derivan a la “petrificación” (trauma de la lactancia), siendo en este caso una visión sombría de la conciencia que se desvanece y se pierde en lo mundano/inútil, precisamente cuando el todo es “muy todo” y muy unido, y uno, e infinito, y parece que nadie lo ve. Así persiste en el autor una lucha por la unión del yo, una contemplación por la concomitancia, una meditación intensa para reunir el consciente con el inconsciente o, al menos, reducir la distancia que los separa. Si bien “ceniza” y “mármol” son representaciones finales de la petrificación, en un simbolismo temporal, son también el fin del dolor y del pensamiento de muerte, pero en su relación con el tiempo no se alejan del sentido del olvido, lo cual conlleva a la superación.
También están los ángeles. En esta obra, son análogos de las aves, que también las hay, y nos dibujan la intención de libertad, lucha urgida por aquella supuesta petrificación de la niñez.
Los espejos actúan como la fantasía del yo, que pese a su cotidianeidad mundana, fue y seguirá siendo uno de los grandes puntos ciegos de la comprensión, aunque la física lo explique, al igual que el imán y el mercurio. Los espejos actúan ora como correctores, ora como delatadores, y proyectan el “Naunet”, el doble cósmico egipcio que nos controla/equilibra con su contraimagen. Intuyo en esta simbología una íntima confesión del autor.
Solo treinta y tres poemas “en caja”, a modo de prosa poética, que componen “La dolorosa partitura del miedo”, le han bastado para enunciar decires, aforismos, pensamientos dignos de Porchia, a veces, más dolorosos: La raza se agota buscando refugio en los féretros; Odio, para no tener miedo; Los truenos son mi música favorita; Hay un dios en la sala de autopsias; Los años hacen las maletas llenándolas de invierno; Las palabras se pierden con la naturalidad de la muerte; El dolor es la pregunta y la respuesta es la noche; solo para citar algunas. Cierto es que la facilidad de crear tropos lleva de un modo u otro a la concreción de frases como éstas, pero el valor conceptual solo deviene del talento.
Pese a no parecerlo, dada la extensión de las ideas, el adjetivo puro no es de uso tan frecuente, cosa a la que el propio autor hace referencia en uno de los últimos poemas: “Estos bosques infestados de adjetivos”, frase sobre la que elegí pensar como una referencia a la ajenidad. La adjetivación se contrae por el uso de adverbios y por ingeniosos ajustes: Sol subterráneo; Poetas rotos; Nombre negro; Dientes tristes; Libros seniles; Bolsillos muertos; o por la llamada adjetivación de pertenencia.
Particularmente me han maravillado los versos que dudan la trascendencia: Pero el artista que pudrirá nuestros despojos, intentará calcular si ya no me temes o si el tiempo sigue sonando en la tiniebla; hallo en este ejemplo una de las fórmulas compositivas de nuestro autor.
Pocos poetas alcanzan estos aciertos semánticos. Comparto la palabra poética de Cesc Fotuny i Fabré, que da por tierra la estantería de lo fatuo.
Ricardo Rubio
18º Festival de Poesía en Curtea de Arges, Rumania
FUNDAŢIA ACADEMIA INTERNAŢIONALĂ ORIENT-OCCIDENT
Curtea de Arges, Bucharest – România, 2014
GALERÍA
Cesk Fortuny i Fabre (Esp), Ricardo Rubio (Arg), Marian Raméntol (Esp)
Jeton Kelmendi (Kosovo), Dmytro Tchystiak (Ucrania), Ricardo Rubio (Arg)
Ricardo Rubio (Arg) y Erling Kittelsen (Noruega)