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CRUZADA LA GRAN CORRIENTE (Acerca de Jeton Kelmendi), por Jorge Oscar Bach

Jeton Kelmendi

Jeton Kelmendi

CRUZADA LA GRAN CORRIENTE
(Acerca de Jeton Kelmendi)

Por Jorge Oscar Bach

Jeton Kelmendi es periodista, poeta, dramaturgo y traductor. Nació en Peja en 1978. Inició su camino en las letras en el año 1999 con la publicación de su libro de  poesías El siglo de promesas. La mayoría de sus publicaciones son en lengua albanesa (gjuha shqipe) a la que actualmente se considera la representante de la rama ilírica [1] de la familia de lenguas indoeuropeas y a la que Kelmendi no abandona. Incluso recuerda a Illiria como sus orígenes.

Sigue orando por la humanidad
por los niños sin hogar
por tu sagrado suelo
que se llama
Illiria

La lectura del libro de poemas de Jeton Kelmendi Cómo llegar a ti mismo en español presenta la dificultad

Como llegar ti mismo

Como llegar ti mismo (Trad. Ricardo Rubio)

usual de leer a un autor de lengua albanesa en la que la palabra tiene amplia significación y difícilmente puede traducirse al español o al inglés sin hacerse extensa. Y la aproximación en español a la obra de Kelmendi la hemos hecho de la traducción que existe de ella al inglés. A pesar de la minuciosidad de la interpretación del poeta Ricardo Rubio, para la edición de la editorial La Luna Que, y del esfuerzo por respetar el contenido, la fuerza sintética del idioma albanés, lógicamente, se vio alterada. De todas formas el poder conceptual de la obra no sufre mella. Dice Carlos Berbeglia [2]:

«Jeton Kelmendi practica una poesía “directa”, que no redunda en metáforas u otros recursos similares para expresar lo que desea. Tal vez, por la experiencia de la guerra civil que sufriera hacia el final del siglo pasado, decanta un gran sentido de la humanidad y de dignidad, (…) En resumen, una poesía que no requiere una decodificación erudita o el recurso a las interpretaciones esotéricas, basta leerla y disfrutarla».

Asimismo, Miguel Angel Bernao Burrieza [3] dice:

«Tras la lectura pormenorizada de varios de los poemas de Jeton Kelmendi, (…), cabe reseñar la expresiva emoción que el poeta traslada a sus versos, junto a un lenguaje rico en simbolismos y carente de frialdad. Poesía cadenciosa y llena de espiritualidad (…) Un gran poeta que honra su misma presencia en este mundo con un sentimiento repleto de belleza e inigualable armonía poética».

Y así es. El poeta prefiere la expresión sencilla, cotidiana, como si el verso sugiera del natural devenir. De esta forma, la palabra es portadora de la verdad, de la belleza y es representación de lo que todo individuo guarda en su foro íntimo:

He visto por ahí
cómo la palabra
se convirtió en un hombre
tal como la Patria
necesitaba

La palabra es revelación.

Por otra parte, el título de la obra, Cómo llegar a ti mismo, nos enfrenta con la necesidad de superar prejuicios que provienen de las convenciones que propone el libro de autoayuda. Sin embargo, el Poeta Jeton Kelmendi tiene razón. Si bien no existen fórmulas prefijadas ni modelos para llegar a uno mismo, existen voces, imágenes, ideas, personas, hechos que forman parte de cada historia, de cada constructo personal que necesitan ser reconocidos, actualizados, entendidos, sanados para reencontrarse con lo que realmente se es. Distinto de la autoayuda, este encuentro no necesita de subterfugios; sino de llegar hasta el abismo profundo de la identidad; incluso, confrontando los dolores, los temores, las falsas creencias que, lejos de ser originales, se asocian, a partir de algún momento, y velan lo que la labor de la naturaleza y de lo divino forjaron.

Es que te llevaste todo lo mío
y lo arrojaste lejos de mí y de ti
Este es el vacío
al que siempre temí

Jeton Kelmendi y Ricardo Rubio

Sin embargo, esta travesía introspectiva no requiere de esfuerzos rudimentarios ni agresivos para llegar a la fuente. Este tránsito, como el del antiguo héroe épico, no consiste en un viaje de ida; es un viaje de regreso que propone atravesar encrucijadas y realizar elecciones.

El viaje fue muy largo
a lo largo de caminos
por los que ningún otro puede andar
Los crucé con rapidez
orientándome con tus signos

En Kelmendi, las respuestas transitan las sendas del arte, de la poesía.

Cómo decirte una palabra
una que sea mía, suave y cálida

Si estamos detrás de lo bueno
deberíamos hablar bellamente

El poeta propone a la poesía como elemento de reflexión, como parte de la vigilia que conduce a la observación atenta del entorno, de la historia y del yo actual para encontrar las explicaciones a las desviaciones, atajos, abismos que construyeron la individualidad:

Seguiré mi viaje
Es posible que mañana
llegue a mi destino
Quién pudo llegar tan lejos
le pregunté a un poeta
que apareció de pronto
mientras miraba lo invisible
Y con la suavidad de la mañana
llegué a la puerta del espíritu
Allí, dos rayos me esperaban
Hey, hombre
Nos encontramos otra vez
tú y yo y mi princesa
Ahora debo aceptar
que estás dentro de mí
Ambos somos yo

Al fin, la identidad del individuo no es lo que fue ni lo que será a pesar de lo que permanece como noción del yo. Una matriz básica constituye la esencia de cada persona; pero esta esencia no parece atada a la monotonía de la persistencia en materia de gustos, forma de vivir las emociones, de concebir la realidad. El tiempo, las experiencias, el entorno, la realidad presente transmutan concepciones y reacciones; sin embargo, la matriz de identidad con que la persona fue forjada emerge reclamando su imperio frente a la sensaciones de ausencia y vacío que generan la disconformidad con lo que en apariencia se es.

Se va paso a paso
a lo más profundo de la ausencia.

Dos ideas emergen entonces. La primera es que el poeta es un exiliado de sí [4]. Un ser al que un personaje o personajes acompañan en la lucha por la reconstrucción de la propia identidad que sufre y es amenazada por las sensaciones de dolor, de vacío y de ausencia. La segunda, que el poeta, a contrapié de la sociedad, invita a otros a realizar esta misma búsqueda ajeno al tiempo y al momento social; dado que, si bien, la persona es en un tiempo, en un lugar y en relación con otros, trasciende estas variables. Qué debería ser, se cuestiona Jeton Kelmendi en la poesía Dilema. De esta inevitabilidad deriva la lucha por el reencuentro con uno mismo y la permanencia en la identidad añorada.

Dijo el profeta: Soy una voz que grita en el desierto. Nada mejor para decir del artista, del poeta actual. Una de tantas voces que no siempre se considera merecedora de ser escuchada. De hecho, la voz de la poesía parece intrascendente dentro de los actuales torbellinos literarios y aun más dentro de la acucia, de la insignificancia que representa el hecho reflexivo en nuestra sociedad. Sin embargo, la voz de Jeton Kelmendi emerge con un tono cargado de esperanza:

Entrégalo todo hoy
para recoger algo
quizás más adelante

Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio, habla de un hombre que transita un cambio social que se evidencia en la forma de ver y de concebir su relación consigo mismo y con el otro. Transitamos la mutación de la sociedad disciplinaria de Foucault a la sociedad del rendimiento. Mientras que la primera se basaba en la negatividad, la segunda se asienta en la idea de la positividad. ¿Qué significa esto? En la sociedad disciplinaria, la negatividad representaba lo no deseable, aquello que por esencia debía ser corregido, mejorado, sanado. Así, son propias de esta sociedad entidades como hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles, etc. En la sociedad disciplinaria la lucha se mantiene contra un elemento externo que pretende destruir las bases individuales, institucionales y relacionales; es necesaria la discriminación entre lo normal y lo anormal. Es inherente a esta sociedad la prohibición y la obligación y, dice Byung-Chul Han, el verbo modal que la caracteriza es el “no poder” [5]. Para el individuo de esta sociedad son importantes el mandato, la ley y las prohibiciones que el cumplimiento conlleva de las normas. No es difícil pensar que la lucha de este individuo es el desarrollo de la creatividad de la obra artística dentro de los límites de lo no posible, del deber ser.

Por su parte, la sociedad del rendimiento, dentro de la cual todo es posible, es una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos [6]. Una sociedad preparada para la producción focalizada en la producción para sí mismo y no para el encuentro consigo mismo. El verbo que la caracteriza es positivo: poder sin límites. Sin embargo, es propio de esta sociedad la elaboración de individuos depresivos. El poder hacer está ligado al rendimiento y paradójicamente al deber hacer, ergo el nivel de productividad se eleva. Sin embargo, este individuo que todo lo puede permanece insatisfecho, pues todo lo puede obtener; pero la posesión del objeto deseado no asegura que lo pueda disfrutar. Aunque este individuo a diferencia del hombre de la sociedad disciplinaria goza de mayor autonomía, que podríamos calificar como positiva. Pero el hecho de centrarse en la búsqueda de aquello que lo satisface lo conduce al alejamiento del otro, asunto que desata la consecuente  atomización social y la lógica depresión individual.

How to reach yourself, versión en inglés de Peter Tase.

Jeton Kelmendi, en esta época de cambios, aparece como una voz amable y como dijimos, esperanzadora, que alerta al hombre con el lenguaje de la poesía, proponiendo la síntesis entre la sociedad disciplinaria y la sociedad del rendimiento y el encuentro de aquello que nos hace profundamente humanos:

Así comienza el silencio del sueño
en medio de una noche sabatina
El domingo y la palabra
esperan reunirse con nosotros

(…)

El tiempo está igual
que durante el peor invierno
Está empezando el cambio de estación
Estos son nuestros días
el flujo del tiempo, el amor lírico
los dones de Dios
Pero un verso no puede cambiarse
la palabra tiene sangre

Así transita lo que somos, entre lo mutable y lo inmutable, la necesidad y el gozo, hacia el entendimiento de nosotros mismos.

Es evidente que la única respuesta para esta acuciante realidad que atraviesa este ser humano de fuerte autonomía, positivismo, aislamiento y depresión es encontrarse a sí, llegar a sí. Y la única forma de lograrlo es migrar, cambiar la perspectiva desde la que se observa, para recordar, crecer, alcanzar su identidad.

En este tránsito, alegoría (reflexión) y realidad (reflexiva) se reclaman. ¿Cómo representar aquello que el poeta vive para que sea inteligible, accesible a la razón y al corazón de quien se aproxima a la poesía? Diría Aristóteles: propiciar la catarsis.

Atravesando países
cruzando campos, montañas, mares
cruzando todo lo que hay en el mundo
soy un viajero acompañado
por la noche y el día, amigos
con quienes pasé los minutos de mi vida
(…)
hasta encontrarte

En Jeton Kelmendi la identidad cobra un doble valor. Es el individuo el que recobra su identidad aproximándose al otro y a sus propias tradiciones.

Sé que nuestro padre en el cielo
nos mira con simpatía 

Tú di una palabra más en albanés
Dios bendiga a Arberia [7]

Jeton Kelmendi

Pero tampoco las tradiciones pueden sustentarse sino a través de la madurez y la aceptación individual. Es lógico pensar que  todo lo que las tradiciones nos han dado construyen al mundo desde nuestra singularidad. Hablando de la Madre Teresa de Calcuta, como persona que ha dejado su huella en el orbe, Kelmendi dice:

Durante los años
de aquel pasado frondoso
una maravilla albanesa vivió más allá de sí misma
con dos almas
una para Dios y otra para la humanidad
(…)
Fue más albanesa y aun más luz
para la humanidad

Y lo que somos, inevitablemente marca la vida de otros:

Nuestra Madre Teresa
En 1978 te llamó la paz
Madre, en ese año
vine a este mundo

Y más adelante afirma:

Inesperadamente concebidos
los sucesos tocaron la tierra
y de pronto
los ojos la trajeron hasta mí

Y es notable cómo tanto la historia individual, social, las tradiciones se construyen desde límites tan singulares y simples como el tiempo, el amor, la familia, la religiosidad a los que cada uno debe encontrar una respuesta que no es aleatoria sino que es parte de la vigilia, de la espera atenta…

Y así creció la espera
que inquietó la noche
Pero el sueño hizo algo maravilloso:
la evocó durmiendo conmigo libremente

Angustiado por el paso del tiempo…
Ignoro por qué tengo que envejecer
qué hacer para fluir como una fuente
y jamás llegar a viejo

Sin embargo, el fluir de la vida otorga respuestas impensadas ajenas a la reflexión y al entendimiento, mucho más que a la abulia de la resignación:

pero nunca has sido como eres hoy
(…)
Después
vendrán otras aguas, otros suelos
otro tipo de poeta con su propio fulgor.

Es evidente que, para el poeta, la identidad es más que un simple juego de coincidencias. Por esto mismo piensa y advierte:

Tú, guarda los recuerdos
llévalos en los viajes como ideas

No hay manera de atravesar el mundo si antes el individuo no se atraviesa a sí mismo. Cómo llegar a ti mismo, no implica el descubrimiento de una fórmula. Es inquietud:

Cruzada la gran corriente
estoy como la noche

Te encuentro
cada vez que entro
a mí mismo

Lic. Jorge Oscar Bach
Magister en Comunicación, Cultura y Educación por la UAB.
Profesor de Castellano Literatura y Latín.
Licenciado en Enseñanza de la Lengua y la Comunicación.
Ushuaia, Tierra del Fuego, República Argentina.
Febrero de 2017.

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BIBLIOGRAFÍA
BERBEGLIA, Carlos, https://epanadiplosis.wordpress.com/2016/12/15/jeton-kelmendi-carta-de-carlos-enrique-berbeglia-al-traductor/
BERNAO BURRIEZA, Miguel Angel, http://www.akademika.no/pensamientos-del-alma/jeton-kelmendi/9781291814323
BACH, Jorge Oscar, El personaje: el autor en el exilio, DC de Cariló, Ensayo, 07 de enero de 2016.
HAN, Byung-Chul, 2010, La sociedad del cansancio, Herder, Barcelona, 2012.
HAN, Byung-Chul, 2009, El aroma del tiempo, Herder, Barcelona, 2015.
KELMENDI, Jeton, 2010, Cómo llegar a ti mismo, La Luna Que, Bs. As., 2016.
Promotora Española de Lingüística http://www.proel.org/index.php?pagina=mundo/indoeuro/ilirio/albanes, Madrid, 2013.
———

 

 

 

[1] Illiria, territorio que hoy es parte de Croacia, Albania, Serbia, Montenegro y Bosnia.
[2] Carlos Berbeglia, poeta argentino, sociólogo y Dr. en letras.
[3] Miguel Angel Bernao Burrieza, escritor y poeta español.
[4] Bach, Jorge Oscar; El personaje, el autor en el exilio, ensayo.
[5] HAN, Byung-Chul; La sociedad del cansancio, Herder, Buenos Aires, 2012, pág 26.
[6] Idem 1, pág. 25.
[7] Arberia, durante la Edad Media, primer estado albanés.

22 febrero 2018 Posted by | BYUNG-CHUL HAN, CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA, JETON KELMENDI, JORGE BACH, JORGE OSCAR BACH, MIGUEL ANGEL BERNAO BURRIEZA, PETER TASE | , , , , , , , | 4 comentarios

JETON KELMENDI, carta de CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA al traductor

Carta de Carlos Enrique Berbeglia a Ricardo Rubio, traductor de «Cómo llegar a ti mismo», poemario de Jeton Kelmendi.

Jeton Kelmendi

Jeton Kelmendi

Como llegar ti mismo

Como llegar ti mismo, de Jeton Kelmendi

Ricardo:

Leí los poemas que vertieras desde el inglés de  Jeton Kelmendi. En primer lugar quiero felicitarte por la obra de difusión de una literatura tan extraña a nuestra lengua, trabajo que es algo muy digno de encomio.
Luego de una seria lectura, he notado que Jeton Kelmendi practica una poesía «directa», que no redunda en metáforas u otros recursos similares para expresar lo que desea.
Tal vez por la experiencia de la guerra civil que sufriera hacia el final del siglo pasado, decanta un gran sentido de la humanidad y de dignidad, creo que esa experiencia motivó a Kelmendi para lograr los bellos poemas: «El vaso de la melancolía», fechado en París en 2006, y el anterior: «Para el coraje», fechado en Viena, el mismo año.
La bella sencillez no está exenta de profundidad.
Se trata del canto de un poeta patriota y comprometido por la libertad de su pueblo, el poema que da título al libro así lo demuestra, aunque recurra a una mítica princesa para llegar a sí mismo, lo logra luego de un largo viaje, el del destierro, tanto interior como geográfico, y que valora los pilares cristianos de Occidente, lo demuestra su devoción por la Madre Teresa, sentimientos que  une con sus ansias por la liberación de Kosovo.
En resumen, una poesía que no requiere una decodificación erudita o el recurso a las interpretaciones esotéricas, basta leerla y disfrutarla.

Un abrazo.

Carlos Enrique Berbeglia
Doctor en Letras – Lic. en Antropología

Carlos Enrique Berbeglia

Carlos Enrique Berbeglia

Con-jeton-kelmendi-in-tetova (2016)

Jeton Kelmendi con Ricardo Rubio en Tetova (Macedonia, 2016)

15 diciembre 2016 Posted by | CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA, JETON KELMENDI, RICARDO RUBIO | , , , | 4 comentarios

AQUÍALLÁ, UMBRAL por Carlos Enrique Berbeglia

Revista AquíAllá Nº 4, dirigida por Julio Bepré.

Carlos Enrique Berbeglia escribió, a modo de prólogo:

 

UMBRAL

Carlos Enrique Berbeglia

 

Tres son los tipos de ignorancia que sobrevuelan el espacio humano: la propia de quien no desconoce la carencia que ella implica e intenta colmar ese vacío aun a costa de múltiples penurias; las características del necio que aprende a transformarla en fuente de certeza y complacencia y, finalmente,  la de quien intuye –más allá del horizonte censurado por su estrechez de mira– un mundo superior. Y existe la humildad del sabio extasiado ante el grito majestuoso de la naturaleza, forjador de su desciframiento y que, no obstante sus premuras, cede su tiempo sin grandilocuencia vana a los seres que lo solicitan.

Muy distinta es la contumacia de los zafios, incapaces de comprender la grandeza de cuanto se tiende a sus contornos y se adelantan con su indiferencia a la negación que consume la realidad del mundo, implícita en la soberbia de quienes se aferran a una sola perspectiva y voz para explicarlo, a una enjuta moral para gozarlo y a una decidida acción que lo extermine cuando desoiga sus requerimientos.

Y es una y solamente una la unidad del alma que sobrevuela  la belleza del conocimiento en una acción continua sin trabas, lo que la exalta, la alegra y dignifica y, por encima de cualquier afán circunstancial y torpe, la libera de cuanta oscuridad le traba la visión y marcha hacia su propia hondura.

Carlos Enrique Berbeglia

7 agosto 2011 Posted by | CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA, NOTAS | , , , | Deja un comentario

LA HERENCIA QUE NOS DEJÓ EL VACÍO, por Carlos Enrique Berbeglia

A regañadientes, valga una expresión poco académica para el inicio de estas reflexiones, acepta la intelectualidad contemporánea que, ella también, como cualquier otro acontecimiento similar que afecte a los humanos, se encuentra sometida al imperio de las modas, fenómeno que parece haberse acentuado en el transcurso de los últimos años y que se extiende, del ámbito propio de la vestimenta y el arreglo personal, a la esfera literaria, la filosófica, la artística, la científica, contagiando incluso las actividades religiosas y las políticas y convirtiéndose, dicho sea al pasar,  en otra de las características que asume el dictamen del tiempo para mostrarnos su, todavía, tránsito indomesticado.

Carlos Enrique Berbeglia

Temporalidad que pareciera haberse acelerado; sus facetas, en nuestro caso los movimientos espirituales, acontecen cada vez con mayor rapidez y resultan, por lo tanto, más breves sus escenificaciones (no sé si, en aras de reemplazar esa exigüidad, resultan igual y paralelamente intensas sus influencias en los tiempos de inmediato adyacentes o posteriores o, estas últimas escenificaciones, contagiadas de esa brevedad, también se diluyen con similar rapidez).

Estilos artísticos, corrientes literarias, escuelas filosóficas, todos ellos asumiendo el espíritu de una época o confiriéndole su impronta, influenciándose mutuamente entre sí, acatando los requerimientos del más fuerte o rebelándose abiertamente contra él y, en esa insumisión, dar las pautas programáticas de un alumbramiento nuevo que sobrepasará sus fronteras originarias o morirá, tempranamente, comprendido en el rigor de su perímetro. Las denominamos sub o ante movimientos por hallarse, en el primer caso, sus propuestas conceptuales incluidas en la llave mayor del movimiento o ser utilizadas por éste, en el segundo, para arribar a sus fines programáticos.

Considero que el movimiento posee una mayor extensión (no necesariamente temporal) que una escuela, una corriente o un estilo, es expansivo.  El romanticismo, por ejemplo, superó, sin duda, los límites de una simple escuela literaria, abarcó la totalidad de una época y se propagó por el orbe occidental y, cuando ya languidecía en Europa, brillaba su juventud en América, ora incendiando los pueblos de revoluciones ora vibrando en las almas de poesía. Radica, por ende, la nota constitutiva del movimiento, en el arribo hasta en los vericuetos más insospechados de la cultura, característica que le permite asumir entre sus lineamientos aquellos propios de algún estilo, una corriente o una escuela contemporánea o anterior (los hechos que denominamos sub o ante movimientos) pero, también, improntar fuertemente en la historia de la cultura como para permitirle la configuración de una serie de representaciones –estéticas y gnoseológicas– capaces de trasmitirse a la  posterioridad.

Precisamente, el último gran movimiento de Occidente, estético-gnoseológico y hasta ético, fue el denominado posmodernismo que, aunque eclosiona a principios de la década del ochenta en Europa y Estados Unidos y se expande con la rapidez de un Tsumani a lo largo de una década y remonta sus orígenes a las propuestas arquitectónicas apenas anteriores reconoce sus antecedentes ideológicos en ciertos postulados teórico-filosóficos decinónicos. Riqueza de origen y rapidez de conquista que, sin embargo, se agotaran con la misma rapidez con la que se originaran.

Una serie de marbetes que acatan la práctica totalidad de los seguidores de este movimiento nos aporta sus características esenciales. Como arranque, la ruptura con la modernidad, acción que supone rechazar los aportes acumulados por el desenvolvimiento de la razón filosófica a lo largo de toda su historia y que, precisamente culminara bajo la égida de la filosofía moderna. Esta negación le permite postular un no vedado irracionalismo visible, sobre todo, en el abandono del interés por el encuentro del fundamento constitutivo de todo lo real, llámeselo Ser, Dios, Esencia o con cualquier otro epíteto que haya cobrado una cuasi sacralidad en la implícita historia paralela de la metafísica insta en el citado desenvolvimiento de la razón filosófica.

Metafísica que habrá de ser superada definitivamente vista la inutilidad de todo el esfuerzo llevado a cabo por Occidente para hallarle un lugar en sus epistemologías, sobre todo en las actuales, cuyos presupuestos teóricos niegan la posibilidad de una disciplina cuyos correlatos empíricos sean prácticamente inexistentes por la exigencia de sus parámetros, comprendidos en una cientificidad pragmática que no acuerda con los postulados de esa metafísica, fijada en sus  prerrogativas de constituirse en el fundamento de todo lo real, a partir de una serie de conceptos que la historia dejó atrás por obsoletos y que ella se empeña en mantener vigentes.

Los adherentes al posmodernismo arguyen también que ha de desecharse la exigencia de una verdad de alcance universal; otorgan, para ello, valía a  los discursos de las minorías étnicas basados en sus propias representatividades mentales, a las mociones de las  feministas o de los homosexuales que colocan en pie de igualdad con las de mayor prestigio, al estilo de las científicas o filosóficas, propuestas menos pretenciosas aunque igualmente dignas de hallarse en la tarima con las anteriores porque suponen la necesidad de un acuerdo, no en los términos, precisamente, de un lenguaje de pretensión universal, sino en la necesidad de consensuaraproximaciones parciales a la consistencia de la verdad, sólo accesible a partir de la particularidad grupal o social.

Por lo tanto, multiplicidad de representaciones, de una realidad sometida por los medios de comunicación masiva y por la cibernética a una virtualidad que la relativiza, en donde los simulacros poseen, prácticamente, los mismos visos que la realidad palpable por unos sentidos cada más sugestionados por la frecuentación de los fármacos que la vuelven tan evanescente como la que aparece en los pantallas de las computadoras, en donde las guerras    y la tragedia que suponen son avistadas con la misma liviandad que un evento deportivo y en donde los parámetros de comparación perecen en la liviandad de un mundo en donde todo da igual y los valores fluctúan sin solución alguna de continuidad.

Acontecimientos culturales comprendidos por un lenguaje propicio a un neonominalismo en donde, forzosamente, las palabras se independizan de los hechos a los que aluden y que polucionan, en consecuencia, la liviandad de ese mundo, de sentidos a los que rige un individualismo ajeno a cualquier propuesta que lo aleje de la satisfacción inmediata de sus alucinaciones tecnológicas, y en donde su constitución como persona  precisamente individualizada, valga la paradoja, desaparece en esta perentoriedad por acceder a las exigencias de un mundo que lo colma de las vaciedades que apetece y lo alejan del centro de su yo, inauténtico y, a la vez, desenfocado de ese mundo al que logra aprehender únicamente a medias.

Yo propio de un sujeto que se de-construye como si se tratase de un poliedro armado a las apresuradas y se multiplica en las facetas que le pertenecen a él tanto como al mundo que habita. Se trata de un individuo aislado, incapaz de comunicarse con el otro salvo en cuestiones preestablecidas, inarticulado, un triste pelele sometido a los vaivenes de un momento sociohistórico que lo domina a partir de la satisfacción de sus deseos, no los primordiales sino los incoados por ese momento aludido a los que necesita satisfacer so pena de caer en un proceso de insoportable frustración, en un contexto caracterizado por una religiosidad meramente formal que no le ofrece “contención” espiritual alguna y solamente preocupada por mantener sus prerrogativas  en medio de ese agnosticismo velado y generalizado.

Estilísticamente los coreutas de la posmodernidad se obsesionan por las expresiones fragmentarias, no por los tejidos de largas argumentaciones –no sólo porque la vertiginosidad del tiempo que sirve de sostén a la vida contemporánea las vuelve inapropiadas para acceder a sí misma– sino porque son las que mejores pautan la fractura mental del hombre que ilustran (o que, mejor dicho, determinan), levemente conciente del vacío el que transcurre su existencia, desprovista del consuelo que, anteriormente le aportaban los Grandes relatos (denominación que le aplican, substancialmente, a las ideologías), de cuya muerte se hizo cargo el tiempo final de la historia.

Una nota curiosa del movimiento de marras consiste en que tanto delata como fomenta los tópicos revistados porque resulta de las características de un mundo dominado por los sistemas comunicativos y en donde la sobreabundancia de recursos tecnológicos crean la falsa ilusión  de que todo es posible; asimismo, valiéndose de esos mismos medios, siempre comprendidos bajo sus preceptos teóricos y a la vez incentiva las predisposiciones ficcionales a las que tienden, naturalmente, los seres humanos, lo cual conduce a que, las experiencias de éstos acontezcan, casi siempre, bajo el amparo mixto de lo supuesto y lo fingido, en donde la realidad, en hechos decisivos como la muerte o cualquier otro tipo de desgracia similar, cuando arriba y destruye la burbuja establecida por la esquizofrenia, marca con precisión mordaz la distancia entre sus dictámenes decisivos y las apariencias expuestas en los simulacros.

La posmodernidad impregnó culturalmente toda la década del ochenta y los primeros años de la subsiguiente, y, poco a poco se fue convirtiendo en un recuerdo; hoy se encuentran incorporados algunos de sus hallazgos y prescripciones al saber popular y/o, como siempre sucede, considerados demodé por las clases cultivadas. De cuantos movimientos revistieran en el siglo pasado fue el más efímero y, por demás, dada su incidencia en los medios masivos de comunicación el más trivializado. El concepto-clave totalizador explicativo que lo sucediera, panacea de cuanta comprensión se pretenda de los acontecimientos que nos afligen a diario, fue el de Globalización, de extensión todavía mayor y cuya imposición soporta el mundo, al parecer, en su totalidad.

Durante el imperio del posmodernismo se dio en llamar sesentistas a cuantos, a contrapelo del tiempo vigente que se pretendía des-ideologizado e incontaminado de toda interferencia política, añoraban esas etapas anteriores del pasado inmediato en donde la utopía era posible y las revoluciones sociales iban a solucionar los males endémicos de la humanidad. Se los consideraba una rémora nostálgica de un ensueño que sería sepultado irremediablemente, cuyas ideas-eje no retornarían jamás a desempeñar algún papel definitivo en la palestra histórica, en concreto, un reservorio de ideas dignas de ser habidas en cuenta únicamente por los anticuarios.

Mas, ese tiempo que le fuera propicio también se convirtió en pasado, o mejor dicho, también trasladó al pretérito a la posmodernidad y, como reflujo, la nostalgia ahora tiñe con su halo melancólico a quienes, hasta ayer nomás, se burlaban de los sesentistas. La celebración de lo efímero como propio de la existencia humana revirtió, inexorablemente, sobre sus cultores, ya pertenecen al ayer, y, ahora recogemos su legado, donde los aciertos y los yerros conviven en plácida desarmonía.

Debemos a los posmodernos una rotunda aseveración: proclama la muerte de las ideologías (denominadas por sus cultores los Grandes relatos). Nada, sin embargo, más ajeno a los tiempos presentes: la Globalización, omnipresente en todo, explicación del todo y manipulación del todo se ha convertido en el sistema ideológico del economicismo rector del mundo contemporáneo. Parodiando al concepto Grandes relatos mencionaríamos como “Grandes Mentiras” al resabio que nos ha quedado de las doctrinas sustentadas, algunas propiamente por este movimiento, otras, anteriores, pero asumidas como verdaderas por el mismo. A saber “Dios ha muerto”, “El fin de la historia”, “La muerte del hombre”, El choque de civilizaciones”, entre las más notables.

Junto a la Globalización los Fundamentalismos dan acabada muestra de la persistencia de las ideologías; la “muerte de Dios” es un slogan que se viene repitiendo desde el helenismo tardío y profundiza el siglo XIX, habría que hablar, en su lugar, de “burocratización de la divinidad”, una metamorfosis que le permite  subsistir; en cuanto al “Fin de la Historia” la contundencia de la frase manifiesta un anhelo compartido por todos los Imperios que se consideran su cierre,  a casi veinte años de esta expresión, absurda, brilla hoy tan laberíntica e imprecisa en su futuro como siempre; “La muerte del hombre” sí es posible si cambiamos ese aserto por otro giro: “la muerte de la imagen tradicional del hombre”, al menos la que perdurara hasta mediados del siglo anterior, en ese sentido el “hombre” ha fallecido muchas veces desde que despertara a la conciencia de sí mismo, y, siempre, resucitó (salvo de la muerte natural que nos sobreviene individual y naturalmente y cuyo abismo desespera); al “choque de civilizaciones” lo denomino una falacia preformativa, esto es, organizar los acontecimientos para que ocurran tal como se los previó lo más cercano al  “Fin de la Historia” al que aspira el Imperio del Norte…)

En conclusión, una herencia demasiado cercana para que la disfrutemos, máxime si, entre sus bienes se destaca el vacío como uno de los más preciados…

15 junio 2011 Posted by | CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA | , | 2 comentarios

   

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