EPANADIPLOSIS EN 2014
Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2014 de este blog.
Aquí hay un extracto:
Un teleférico de San Francisco puede contener 60 personas. Este blog fue visto por 3.400 veces en 2014. Si el blog fue un teleférico, se necesitarían alrededor de 57 viajes para llevar tantas personas.
CONTEMPLACIÓN Y PERTENENCIA EN LA POESÍA DE OSCAR DE GYLDENFELDT
Oscar de Gyldenfeldt nació en Buenos Aires, Argentina. Es escritor, artista plástico y docente. Realizó estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano”, donde participó de los talleres de Aída Carballo. Más tarde concurrió a los talleres de Alicia Benítez y de María Sola. Participó de los seminarios de Análisis de Obra dictados por Luis Felipe Noé. Paralelamente ingresó a la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), obteniendo el título de Profesor de Filosofía. Dicta clases de Filosofía en el Colegio Nacional de Buenos Aires y de Estética en la carrera de Artes de la UBA tanto como en el Instituto Universitario Nacional de Arte, Buenos Aires (IUNA). Dicta Filosofía en el Colegio Nacional Rafael Hernández, Universidad Nacional de la Plata. Es co-autor del libro “Cuestiones de arte contemporáneo”, Elena Oliveras, Emecé Arte, Buenos Aires, 2008. En el año 2004 presentó en el marco de una publicación colectiva sus primeros textos poéticos.
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Texto de la Dra. Graciela Maturo, leído durante la presentación del poemario Habitar el mundo/ Die Welt bewohnen, de Oscar de Gyldenfeldt, el 25.9.14, en el Colegio Nacional Buenos Aires:
CONTEMPLACIÓN Y PERTENENCIA EN LA POESÍA DE OSCAR DE GYLDENFELDT
Lo más importante ha sido dicho acerca de este libro simple y profundo, despojado y conmovedor.
Hace ya unos cuantos años que disfruto de la amistad de Oscar de Gyldenfeldt, nacida al calor del diálogo filosófico que iniciamos con Julio Corigliano y otros amigos. Solo un tiempo después me dio a conocer, pudorosamente, sus poemas. Descubrí en Oscar esa desnudez inicial que parte de una aceptación del vivir, del acto pleno de inhabitar el mundo asumiendo la vida como destino cósmico.
Desde el comienzo del proyecto de este libro, me he sentido muy ligada a él a través de un diálogo constante con mi amigo, a quien aconsejé ilustrarlo con una selección de sus pinturas, especialmente aquellas de una etapa que me parecía afín a los poemas. Luego sobrevino una larga gestación de la obra a través de su traducción, preparación y edición, que ha culminado en este libro bilingüe: escrito en su lengua propia, el español- americano de Buenos Aires, y vertido al idioma alemán que el autor ha frecuentado a través de la filosofía, la vida familiar y las frecuentes estancias en Alemania. Un libro que editó pulcramente Ricardo Rubio y que incluye copias pictóricas en feliz relación con los textos escritos. Son dos códigos distintos y sin embargo se complementan armoniosamente ante los ojos del lector.
Imagen y palabra venían a unirse también en una expresión que no tomaba los carriles discursivos preferidos por algunos poetas contemporáneos sino que elegía el despojamiento, el temple de la serenidad, la sintonía de la conciencia con el mundo en acto de pertenencia solidaria; y expresarse a través de imágenes visuales, o auditivas, que hablan por sí solas. .
Había en Oscar de Gyldenfeldt una vocación de pertenencia anterior a toda reflexión, y esto era propio de una cierta actitud contemplativa.
Quisiera ahondar brevemente en la relación del arte con la contemplación, hoy poco valorada en atmósferas intelectuales cargadas de referencias, citas, préstamos, lazos intertextuales y reflexividad no siempre intensa o reveladora. No me referiré al campo artístico, en el cual soy apenas una muda espectadora, pero sí al lenguaje poético, que estudio siempre, y al que veo transitar por múltiples y a veces abrumadores caminos.
Son pocos, en verdad, los poetas que optan por dejar de lado el oropel de una civilización rica en estímulos de toda índole, y prefieren esa epojé del descubrimiento personal, que proviene de otro modo de captación de la realidad, y en consecuencia genera otro modo de expresión.
Contemplar es adquirir aquella actitud que Simone Weil ha denominado transparencia, y que permite el aflorar de una vida nueva, por relegación de la horizontalidad del vivir inmediato. La contemplación ha sido escuela de vida para los antiguos y también para los medievales, unidos en egrégores, en órdenes religiosas, en agrupaciones poéticas que han sido grupos místicos, como los Fieles de Amor a los cuales perteneció Dante Alighieri.
En tiempos modernos el poeta, solitariamente, vuelve a ser contemplativo por una inclinación íntima que manifiesta desde niño, o por el encuentro con maestros espirituales. Vuelve a hallar, espontáneamente, o estimulada por algunas lecturas, los cauces de una vida interior contraria al rumbo de los tiempos, masificante, mecanicista, nivelador de los hombres por el trabajo o por el consumo.
Es la de Oscar, en mi modesto entender, una poética contemplativa, nacida del asombro y la pertenencia, lo cual no significa que no haya lugar para la duda, la ausencia y la desorientación, que asoman fugazmente, como ráfagas, en pocos momentos de su poetizar.
Su yo creador, el sujeto poético de estas páginas -que cabe devolver sin ambages al yo autora, recreando esa directa continuidad lírica que algunos teóricos modernos niegan al poeta- se conforma en actitud de serenidad y recogimiento, despojamiento histórico, casi total desnudez reflexiva. Cede al aquietamiento, despojándose de conceptos adquiridos, en una epojé que lo remite al origen y al sentido.
El tiempo de la habitualidad se detiene en instantes plenos, que resplandecen sin énfasis ni solemnidad. La jornada diaria adquiere la aceptación del campesino que vuelve a su choza con las últimas luces, enriquecido y feliz; es la criatura terrestre atada al cosmos por un sentimiento profundo de pertenencia; el hombre que percibe el ritmo de las estaciones, de los astros, de su propio corazón.
Aparece en estos leves versos el hombre religado, salvado de su caída en el tiempo y en la prevalencia de su yo separado, y en este caso marcado por la experiencia de días excepcionales que acceden a la condición de arquetípicos al ser rememorados con unción poetizante. No constituyen un pasado sino un eterno presente. Presente que registra sutilmente una progresiva transformación, señalada por el desprendimiento de los objetos, el desasimiento, la continuidad vigilia-sueño que induce el vuelo del alma, esa entidad ignorada por los filósofos modernos, hasta ser recordada por pensadoras como María Zambrano.
Pleno de méritos, y sin embargo poéticamente/ habita el hombre sobre esta tierra, ha dicho Hölderlin, escuchado por Heidegger. Oscar de Gyldenfeldt lo ha experimentado y practicado, y tiende a nosotros este libro aparentemente simple, que invita a una lectura intensa y demorada. Toda lectura puede ser una recreación, una nueva reviviscencia de lo vivido, de lo cual la página escrita ha llegado a ser solo un punto de apoyo para su transmisión.
A esa nueva experiencia nos invita, tácitamente, el libro que tenemos entre manos.
Cerraré estas palabras con las de Oscar de Gyldenfeldt, herido para siempre por la presencia del Ser en el modo de la Belleza. Como Jacob en su combate con el Ángel, lleva en el muslo la marca de lo eterno.
Dice su poema “Días que llegan”, tan breve como todos los suyos:
Estoy herido
de magia
y de luz
aunque la sombra
de los días
venideros
quiera
alcanzarme.
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“Este libro nos acerca la personalidad creadora de Oscar de Gyldenfeldt por la doble vía de la imagen y la palabra. Sus leves poemas, apenas apoyados en una imagen, una percepción, un color o un estado de ánimo, denotan una actitud contemplativa, abierta a los estímulos del entorno, y se complementan con reproducciones de sus cuadros, pertenecientes a dos distintas etapas del artista.”
“Dieses Buch bringt uns die schöpferische Persönlichkeit von Oscar de Gyldenfeldt näher, und zwar auf dem Wege des Bildes als auch des Wortes. Seine leichten Gedichte, fast angelehnt an ein Bild, eine Wahrnehmung, eine Farbe oder einen Gemütszustand, zeigen eine kontemplative Haltung, offen für die Reize der Umgebung. Sie werden durch seine Bilder vervollständigt, die die andere künstlerische Seite des Autors zeigen.”.
Graciela Maturo