TRADUCIENDO POESÍA DESDE IDIOMAS DISTANTES, por Ricardo Rubio
“Los escritores hacen la literatura nacional y los traductores hacen la literatura universal”.
José Saramago
Pese a que la norma para citar el idioma castellano es español, prefiero la palabra “castellano” para definir el lenguaje al que traduzco, decir “español” no precisa de qué lenguaje se trata pues el euskera, el gallego, el catalán, el asturiano, entre otros lenguajes vernáculos, son también idiomas españoles.
Sabemos que la traducción entre lenguas distantes ofrece más dificultades que aquellas que tienen el mismo origen. Entre lenguas romances, por ejemplo, es menos problemático el trabajo del traductor. Cuando digo lenguas romances, me refiero a las lenguas con profunda influencia del latín vulgar.
Me resulta fácil la traducción del gallego, pero no desde el Inglés. Me he dado cuenta de cómo el Inglés, con su tendencia a la reducción de palabras, sentencia más que describe, y algunas metáforas o alegorías deben ser alteradas para llevarlas de un idioma a otro con el fin de mostrar la voluntad y la intención del poeta, y ser fiel a su credo y a su sentimiento original.
Cuando el poeta anglosajón, como cualquier otro poeta de idioma distante, compone sus tropos, en la traducción al castellano nos encontramos con las dificultades propias de la ambigüedad que propone una lengua con tendencia a la síntesis. Cuando se trata de la poesía, la síntesis conduce a la sugerencia y a la alusión, una sensación que puede ser difusa. Sin embargo, el circunloquio que se practica en idiomas más descriptivos, como el árabe, las lenguas Romances o el alemán, tiende más a la exactitud de un sentimiento que a la alusión. Esto es posible porque el poeta hispanohablante, como el árabe o el alemán y el resto de las lenguas romances, se potencia con la facilidad en la construcción de tropos y la enorme cantidad de sinónimos que los caracterizan. El castellano, como descendiente del latín vulgar se ha nutrido de los sinónimos provenientes de los dialectos propios de la península ibérica y del Árabe, y aún de voces que llegaron de América luego de la conquista del Nuevo Mundo.
Pese a todo, y como claramente sabemos, la traducción de poesía, sean cuales sean los lenguajes, nunca será fácil. Muchas veces se dificulta la comprensión para quienes hablan el mismo idioma. La voluntad de traducir nos obliga a estudiar nuevas lenguas, nuevas reglas idiomáticas, y aun giros locales dados por el uso y la costumbre, es decir las expresiones idiomáticas de un tiempo y de un espacio.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿Queremos saber qué nos dice el poeta o queremos saber qué vuelo poético tiene? Pues, es muy fácil saber qué nos dice; un poco más difícil es conocer la razón por la que dice lo que dice, a quién se lo dice y qué intención trae.
Allí es donde surge la problemática traduttore-traditore (traductor igual a traidor). ¿Qué debe traducirse? ¿Las palabras, la intención, el ambiente psicológico, la intensidad? Pues, pienso que se deben tener en cuenta los cuatro puntos lo más ajustadamente posible, porque la precisión es imposible para los textos creativos.
Por fortuna, para los traductores de poesía, en estos tiempos, el tiempo que nos toca vivir, el uso de la coloquialidad favorece la traducción, ya que se usa el lenguaje de todos los días con muchos menos rebuscamientos de los que se usaban en el pasado, nos alejamos de la tendencia a las palabras inusuales y nos acercamos a la imagen y a la alegoría, más que a las metáforas.
Una metáfora es lo más difícil de traducir. Si una metáfora es un lugar común, tiene poco o ningún valor poético, pero si se trata de una metáfora pura y novedosa, no encontraremos el modo de mostrar su juego, solo su idea, si es que la comprendemos. Y esa idea debemos adaptarla al uso y costumbre de la lengua de destino.
Cuando la poesía no es simplemente coloquial, un lector cualquiera es también un traductor, es el traductor de las sensaciones de un poeta, debe comprenderlo, llegar a su intelecto para gozar con sus giros, con sus ideas y con la belleza de su modo de decir. Todos somos traductores cuando leemos, y cada uno de nosotros puede tener una idea distinta de la obra de turno. El Bhagavad Gita tiene nueve interpretaciones principales -afirmado por aquellos que dominaron el sánscrito-. El pequeño cuento de siete palabras del escritor hondureño Augusto Monterroso, “El dinosaurio” tiene múltiples interpretaciones, siete palabras reunidas para sugerir más que para decir. Y la poesía es, entre otras muchas cosas, un texto que sugiere las luchas de inteligencia de un poeta. Lo que hace que aun sea difícil inteligir un poema en su propio idioma.
Por estos motivos un traductor debe luchar con las combinaciones de sentido únicas de cada lengua, con los modismos particulares del idioma y aun con la particular articulación semántica del autor de origen, con las formas lexicales practicadas en un tiempo, con la crítica de quienes no aceptan una elección de palabras y con su propio conocimiento poético, porque considero que solo un poeta puede traducir a otro poeta. En poesía siempre hay un valor más profundo de lo que un lenguaje llano puede expresar. La poesía es la ampliadora del lenguaje y del sentido, es la que expresa cosas que van más allá, incluso de disciplinas como la filosofía. La poesía es la filosofía de la filosofía. Es así como el traductor recrea sin ser el dueño de la creación sino solo un trabajador que intenta que lo único, sea dos veces, sabiendo de antemano que tamaña empresa es imposible.En cierto modo, cuando un poeta compone su obra, traduce una sensación a palabras que puedan reproducir ese sentimiento en la mente de un ocasional lector; con un proceso parecido, el traductor es un lector que busca comprender y llevar esa sensación a otro idioma, idioma que tiene otras reglas, otras jergas, otras torsiones, de modo que muchas veces, según los tropos del lenguaje del creador, no se puede evitar la recreación.
Para evitar caer durante una traducción en la recreación total, recuerdo siempre esta pregunta: ¿Cuánto vuelo creativo puedo traer de la obra original?