EPANADIPLOSIS

Libros – Notas – Comentarios

«La música del azar» de Paul Auster, por Carlos Penelas

PAUL AUSTER

Paul Auster

Durante muchos años se entendió por novela “una epopeya en prosa”. Estamos hablando de la novela caballeresca o de la novela realista. Podemos dar diversas definiciones. Una: Albert Thibaudet llama a la novela “antología de lo posible”. Obviamente esta definición excluía a las fantásticas. Otra: André Maurois escribió acerca de la novela: “Nosotros pedimos a la novela un universo de socorros, en el cual pudiéramos buscar emociones verdaderas y encontrar personajes inteligibles y un destino a la medida del hombre”. Maurois nos dice simplemente que la novela aborda un conjunto de sucesos posibles y verosímiles, pero que no siempre son exactos.

La música del azar, de Paul Auster

La música del azar, de Paul Auster

Al leer La música del azar de Paul Auster nos encontramos con casi todos estos signos con fluidez de lenguaje, cierta temporalidad expuesta en paralelismos, hechos cotidianos que nos envuelven con la zozobra del destino o del azar. Lleva, además, desde las primeras páginas, el tópico de las novelas americanas clásicas: un individuo que deja una vida atrás y emprende un viaje sin destino fijo. En esa carretera (donde el ex bombero de Boston escucha a Mozart y a Bach) el camino es la soledad, la existencia hacia lo incierto.
Una obra literaria -lo hemos repetido hasta el cansancio- es un viaje. La Odisea, El Quijote, La Divina Comedia, Veinte mil leguas de viaje submarino, Ulises, La invención de Morel, Pinocchio, Caperucita Roja, El conde de Montecristo, Las mil y una noches, Bola de sebo
En La música del azar vemos las limitaciones de la libertad, el asedio de un mundo, lo aleatorio y la causalidad, el sueño americano, una narrativa que elude las expectativas del lector, una búsqueda incesante donde predomina la espontaneidad y no lo deliberado.
Podemos señalar ciertas fuentes: Kafka, Beckett, Ionesco, Hemingway, London, y en alguna medida Flaubert (Bouvard y Pecuchet) y por supuesto la propia trayectoria de Auster. Es imposible no aludir -por el clima, por la atmósfera, por el desaliento- a Raymond Carver y a Cormac McCarthy.
Creemos que podemos mencionar el final del prólogo de El último lector, de Ricardo Piglia, donde manifiesta: “…lo que podemos imaginar y siempre existe, en otra escala, en otro tiempo, nítido y lejano, igual que en un sueño”.
Jim Nashe y Jack Pozzi son individuos que se complementan, que se necesitan; ambos llevan la fantasía y la sensibilidad más allá de la razón. Imposible la realidad de uno sin el otro, el destino de uno sin el otro. El lector experimenta también desconcierto al no hallar relaciones directas o lógicas. Pero las hay, están en el medio social, en la actitud psicológica de ellos pero ocultas en alguna medida en una estructura social. Esa carrera nocturna, esa velocidad por el vacío, ese juego de cartas, ese trabajo alucinante de levantar un muro, esos dos millonarios que conocen, genera desasosiego, urgencia, un volver a empezar. Todo esto con ironía, iniquidad, poética parquedad, virtuosismo de expresión.
Entre las lecturas sesgadas que es imprescindible realizar se encuentra el mundo femenino: el de Auster es similar al de Raymond Chandler; análogo al de muchas novelas policiales. Ellas destruyen el valor y la integridad del varón, las mujeres prostituyen. Marlowe vive solo y toma whisky. Jim y Jack se relacionan con prostitutas o con una esposa que lo abandona, como en el caso de Jim.
Esta significativa novela contemporánea nos lleva a analizar lo subjetivo, el auge de la arbitrariedad, la hegemonía del subconsciente. Detrás, sospechamos, las vigilias armadas, los genocidios, la agonía, las guerras, las crisis económicas. Una literatura de esta magnitud posee lirismo pero también una simbología que obliga al ser humano a mirar su mundo interior con la misma avidez que observa y considera el exterior.
Esta angustia no paraliza la acción, la promueve. La angustia es parte del camino, de la elección. No hay amor en sí, los otros son parte de mi existir. Tal vez debamos retomar a Sartre: “Sin libertad no hay responsabilidad; sin responsabilidad no hay literatura”.

Carlos Penelas

Carlos Penelas

Carlos Penelas
Buenos Aires, abril de 2014

 

12 abril 2014 Posted by | CARLOS PENELAS, NOVELAS, PAUL AUSTER | , , | Deja un comentario

EL PROFESOR DE AJEDREZ, novela de Victorio Veronese

EL PROFESOR DE AJEDREZ DE VICTORIO VERONESE

 Por Margarita Ferrer

Victorio Veronese

Victorio Veronese

La novela siempre ha sido un género difícil de delimitar, sobre todo a partir de la narrativa desarrollada en el siglo XX, cuando el género busca otras formas de expresión y otra manera de narrar. Uno de los rasgos que la caracterizan es precisamente la complejidad, no solamente en las líneas de acción que se tienden en la historia sino también en las problemáticas de los diferentes personajes, en la estructuración temporal de la historia y,  fundamentalmente, en la invención de una trama. La trama es- como afirma Paul Ricoeur- el medio privilegiado para reconfigurar la experiencia temporal. Y es a través de una trama que  los acontecimientos diversos y dispersos adquieren la categoría de una historia.

En la novela El profesor de Ajedrez del escritor  Victorio Veronese- publicada este año en Buenos Aires por Ediciones de La Luna Que (119 páginas)- nos encontramos con una trama que se despliega ante los ojos del lector como una partida de ajedrez, en la que los contrincantes son, en primera instancia, el narrador y el receptor. Un narrador que podemos claramente identificar con el profesor de ajedrez, aunque la persona gramatical no siempre coincida.  Y un lector que va jugando sus piezas, avanzando y retrocediendo en historias de vida construidas en el espacio de la escritura.

La lectura de la novela nos deja la impresión de estar sumergidos en la exhibición de una serie de estrategias destinadas, como en el ajedrez,  a “derrocar” al adversario. Es esa misma tensión de contrarios del juego de ajedrez que se advierte en la lectura de la novela, cuya historia está  atravesada,  esencialmente, por situaciones binarias de opuestos planteadas desde el inicio del relato: el “ negro de mierda” y el rubio  de la zona norte de Bs. As; el ateo y el creyente; el hombre y la mujer en la intersección de sexo y violencia; la prosa y el verso para expresar un mismo acto sexual; en fin Eros y Thanatos, las dos pulsiones fundamentales de la existencia, la de la vida y la de la muerte.

EL PROFESOR DE AJEDREZ de Victorio Veronese

EL PROFESOR DE AJEDREZ

Hay un presente histórico argentino, y también  un pasado que se entrelazan con las conversaciones de los personajes que viven en Buenos Aires, en un espacio geográfico concreto y en donde hay una clara posición  político-ideológica tomada.

En la contratapa del libro, su autor, Victorio Veronese afirma:

La soledad del lector o lectora, ¿con qué se va encontrar en El profesor de ajedrez?. Con las eternas preguntas del porqué del Universo y del ser humano en él, con un erotismo a veces violento a veces tierno, dulce,  siempre oponiéndose a Thánatos, porque Eros sabe que es el único que lo ofende.

¿Con qué se va encontrar la lectora o el lector de El profesor de ajedrez?. Con Arlt, con Borges, con Tomás Alva Negri, con Perse, con Jorge Smerling, con Henry Miller, con la Jelinek, con Videla, con Massera, con Allen Ginsberg, y tantos otros.

Con Maradona frente a Winston Churchill.

Con Bobby Fischer que escupe un telegrama que le envió el Departamento de Estado… y con mi soberbia.”

Margarita Ferrer

Margarita Ferrer

“El Tiempo” de Azul, 15 de septiembre de 2013

 

23 septiembre 2013 Posted by | MARGARITA FERRER, NOVELAS, VICTORIO VERONESE | , , , | Deja un comentario

El Profesor de Ajedrez, novela de Victorio Veronese

FRAGMENTO DE «EL PROFESOR DE AJEDREZ»

EL PROFESOR DE AJEDREZ de Victorio Veronese

EL PROFESOR DE AJEDREZ de Victorio Veronese

La doctora mostró a los familiares de los talleristas, el tablero mural de ajedrez, con las piezas magnéticas, en el cual el profesor da las clases. Ella dijo unas palabras y le pidió al profesor que también se dirigiese a los presentes. Lo hizo. Lo aplaudieron igual que a la doctora.
Uno nunca debería curarse de una adicción, tendría que conservarla, protegerla, incentivarla y dinamizarla. En todo caso substituirla por otra. La cocaína por la computadora.

Al profesor le pareció que a la doctora le gustó que la aplaudieran.

Caminaba por Vicente López hacia el norte, mientras una chica rubia venía de frente hablando por el celular. Un muchacho rubio y alto, que avanzaba como el profesor, la atropelló. La chica se dio vuelta y le dijo: «¡Negro de mierda!». A un rubio le dijo: «¡Negro de mierda!».

Al profesor, a esta altura de su vida, no le importa que lo aplaudan o no.

La adicción a la computadora se podría reemplazar por viajes. Cambiar el paisaje virtual de la pantalla, por el real de las sierras de Córdoba o las playas de Pinamar o por puerto Madryn, con sus colonias de lobos marinos, o por algún pueblito de Calabria o de Andalucía, en verdad, por cualquier paisaje, porque detrás de cada paisaje está Dios. El profesor se declara ateo. Por eso tiene buena relación con Dios. No tiene ningún condicionamiento. No le teme. No lo ama. No lo odia. El creyente le teme. No puede haber una buena relación si el miedo está presente. Además, si Dios existiera, no le gustaría que le teman. El miedo es ajeno al amor, por lo tanto es ajeno a Dios.

«¡Negro de mierda!», cómo se le puede decir a un joven rubio, «¡Negro de mierda!». Esa chica, ¿creerá en Dios? El profesor piensa que sí. Esa chica está convencida que todos los que la empujan por la calle son negros de mierda. Bolivianos de mierda. Peruanos de mierda. Santiagueños de mierda. ¡Sargento Cabral de mierda! Dios, que todo lo ve, qué habrá pensado de esa chica que le dijo al muchacho rubio, «¡Negro de mierda!». ¿Habrá pensado que se equivocó? ¿Y que todos tendríamos que ser blancos? Nada de negros, de amarillos, de mestizos, todos blancos, así habría un solo insulto: «¡Blanco de mierda!», entonces la chica no se habría equivocado.

Victorio Veronese

Victorio Veronese

 

 

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La soledad del lector o lectora, con qué se va encontrar en El profesor de ajedrez, con las eternas preguntas del porqué del Universo y del ser humano en él, con un erotismo a veces violento a veces tierno, dulce,  siempre oponiéndose a Thánatos, porque Eros sabe que es el único que lo ofende.

Con qué se va encontrar la lectora o el lector de El profesor de ajedrez, con Arlt, con Borges, con Tomás Alva Negri, con Perse, con Jorge Smerling, con Henry Miller, con la Jelinek, con Videla, con Massera, con Allen Ginsberg, y tantos otros.

Con Maradona frente a Winston Churchill.

Con Bobby Fischer que escupe un telegrama que le envió el    Departamento de Estado… y con mi soberbia.

 

26 julio 2013 Posted by | VICTORIO VERONESE | , , , | Deja un comentario

ACERCA DE LAS «CRÓNICAS DE UN LEGADO HERMÉTICO» de Ricardo Rubio, por María Amelia Díaz

Crónicas de un legado hermético

Una crónica (del griego kronika biblos, es decir: libros que siguen el orden del tiempo) es una obra que narra hechos históricos en un orden cronológico. En la crónica los hechos se refieren en orden temporal y se define como una historia escrita por testigos presenciales. Podríamos decir, para resumir, que una crónica es una fotografía de lo que ocurre en la vida de las personas. La crónica permite conocer algunos eventos de la vida de las personas, con sus dichas y desdichas, alegrías y tristezas, fracasos y triunfos. Es, entonces, también un relato social, antropológico y psicológico de las personas. Simplificando, diremos que hay una crónica informativa, en la que el cronista se limita a informar, y una crónica literaria: un relato donde interviene la imaginación. Esta última es la que admite un lenguaje con uso intenso de adjetivos para enfatizar las descripciones y emplea verbos de acción, presentando referencias de espacio y tiempo.

Desde sus orígenes, la crónica tuvo elementos indudablemente ficticios. En mayor o menor medida, las crónicas estaban alejadas de la “realidad objetiva” y no respondían a una lógica de verdad sino de verosimilitud. De esta forma los cronistas comenzaron a utilizar algunos recursos de los relatos de ficción como diálogos, creación de personajes, descripciones de mundos imaginarios, etcétera. La literatura europea medieval fue muy proclive a este tipo de narración y tal vez el ejemplo más popular sea la Crónica del famoso Cid Campeador.

El periodista Manuel Bernal Rodríguez sostiene que los orígenes de la novela como género literario se encuentran en las crónicas: «se puede imaginar un hilo conductor que nos lleve desde la crónica histórica medieval pasando por la historia y los cronicones hasta las primeras manifestaciones de la novela moderna (libros de caballería)”, afirma al respecto.

Siguiendo ese camino hoy asistimos a la presentación de una nueva obra de este subgénero literario: “Crónicas de un legado hermético”, de Ricardo Rubio, cuyos atributos, lo veremos al leer, encajan perfectamente dentro de las características referidas, para darnos como resultado final una novela que atrapa al lector.

Todos los individuos nacidos venimos a este mundo a iniciar un camino, un viaje cuyo derrotero y duración desconocemos. Esto ya lo supieron los antiguos y Homero lo dejó escrito para siempre en la Odisea. Se trata del viaje iniciático y único, cuya finalidad pareciera ser el conocimiento de nosotros mismos; un viaje circular que empieza y termina en cada individuo.

Esto nos advierte la novela, ya desde el título, con la palabra “hermético” señala el lugar cerrado, el círculo:Naciendo y muriendo el círculo persiste indetenible y quieto. Cada punto es un movimiento y la inmovilidad”.

Ese viaje que, como dije, parte y termina en nosotros, será este trayecto-novela narrado desde un personaje principal, un oscuro profesor universitario que por aparente obra y gracia de la empatía heredará la casa y los bienes de un colega mayor. El episodio dará comienzo a la crónica de los hechos por los que irá transitando desde el descubrimiento de un plano escondido en el forro de una maleta que lo llevará a su Itaca, una puerta secreta detrás de la cual lo espera un recinto que guarda veinte piedras con extraños grabados en un idioma remoto y desconocido, el comienzo de  su odisea, el peregrinar en busca del resto de las piedras y las noticias que complementen el significado, esa extraña caverna que se abría o se cerraba ante mí”, enigma que tratará de descifrar guiándose por el diario íntimo de su benefactor: Nicanor Castro.

Ricardo Rubio

“Tal vez mis pasos empezaban torciendo el rumbo, esta vez hacia un destino fuera de toda previsión, hacia un universo insólito, dirá el narrador. E insólitos serán los momentos que lo esperan y cuya narración voy a omitir porque la dejo para el goce del lector.

Hasta aquí el argumento, pero el protagonista narrador nos dice: La impaciencia por devorar aquellas palabras me mantuvo inquieto en medio de la imaginería, del preconcepto, de las especulaciones propias del que no sabe nada…”, “Algo impredecible se ocultaba detrás del significado de los raros escritos…”

Se refiere a los petroglifos, a los extraños signos que han sido parcialmente descifrados y cuyo significado intentará interpretar, porque de eso se trata, si nadie recibe el mensaje, la comunicación fracasa.

Ha dicho Italo Calvino: “El hombre camina entre los árboles y las piedras. Raramente el ojo se detiene en una cosa, es cuando la ha reconocido como el signo de otra, una huella en la arena indica el paso del tigre”.

Todo texto que se precie esconde varias interpretaciones, como las catáfilas de una cebolla, los significados ocultos van apareciendo a medida que efectuamos lecturas más profundas que la primera, la del lector bobo. “La primera era casi superficial, una aproximación, una mirada a vuelo de pájaro sobre los asuntos y las intenciones, y la que habría la puerta a la verdadera lectura”.

A través de la novela y en medio de distintos avatares se va logrando el hallazgo de todas las piedras que conforman la colección en posesión de distintos individuos, y su búsqueda guía el periplo de nuestro personaje hacia el sur argentino, coincidentemente con la guerra de Malvinas.

Los signos impresos en las piedras, que se van revelando a lo largo de la obra,  conformaban el lenguaje de los kankaás -una civilización anterior y desaparecida-:  Una base de nuestro continuo, pero de ningún modo eran el pasado de nuestro pensamiento, esa lengua se revela superior y más avanzada que la nuestra:Hablamos idiomas demasiado conscientes, acotados por la superficialidad de los lugares comunes, que son ideas de otros” ya que expresa la materia, El suelo es la letra perfecta en la que el abnegado resume su saber y conocimiento”, dice la piedra 2,

A partir de aquí nos encontramos frente a una novela de vanguardia, tanto desde el goce de la lectura, como desde el mecanismo de la obra, “Crónicas de un legado hermético” se va construyendo como una metanarrativa, o sea: «un esquema totalizador que organiza y explica conocimientos y experiencias”, la metanarrativa será, por tanto, una historia más allá de la historia, que es capaz de abarcar otros «pequeños relatos» en su interior.

Así las inscripciones halladas en las piedras nos proponen otro recorrido, un recorrido semiológico, entendiendo la semiología como aquella ciencia de los signos que atiende los fenómenos que rozan la filosofía, la lingüística y la sociología.

El texto que se puede leer desde allí nos habla de otra cosa, de un lenguaje expresivo, propio de la literatura, nos habla del lenguaje esencial, el de la poesía, lenguaje que se constituye como la liberación de lo humano: “vivimos una época en que a dispersión de la coherencia es la bandera que proponen los poderosos, los totalitarios”El lenguaje tal como está limita nuestra superación. La poesía es sin duda la vanguardia del razonamiento humano, siempre crea nuevos sistemas de comunicación que no son comprendidos en su propio tiempo”.

¿Qué produce en el protagonista este hallazgo? ¿Qué nos produce a nosotros, lectores, esta lectura de un íntimo lenguaje? La respuesta se halla en la obra: la tensión propia de un ciego en una oscuridad desconocida o de un sordo en medio de miles de señales sonoras, una asfixia que era la ausencia de alguno de los sentidos adonde las estridencias de la calle no llegaban, pero sí lo hacían los gritos”.

Carmen Tulián, Omar Puptkin, los hnos. Diego, Yabo Numac, Nicanor Castro y el propio protagonista cuya identidad develaremos ahora como Lucio Ávila, se han encargado de ir descifrando este lenguaje que no es otro que el lenguaje poético, ese lenguaje que intenta ir más allá de los símbolos para buscar «las razones que lo encienden». También este final lo dejo para el lector.

Han habido en la novela dos viajes, el viaje geográfico hacia el sur que confluye con el de Lucio hacia sí mismo, viaje que incluye la búsqueda de los petroglifos, su recorrido por el sur argentino y el hallazgo del amor. El otro es el viaje hacia las palabras. Ambos cierran el círculo común.

«Lo que llamamos comienzo a menudo es final y llegar a un final es empezar. El fin es de donde partimos. Y cada frase, cada oración lograda (donde cada palabra está cómoda y toma su lugar apoyando a las otras, la palabra que ni es apocada ni ostentosa, el intercambio natural de lo antiguo y lo nuevo, la palabra común, exacta pero no vulgar, la palabra formal, no por precisa pedante, el entero conjuro bailando en armonía), cada frase, cada oración, es fin y es principio, todo poema es epitafio Y toda acción es un paso hacia el tajo, hacia el fuego, hacia la garganta de la mar o hacia una piedra ilegible: y allí es donde empezamos.» (T.S. Eliot “Cuatro Cuartetos”)

María Amelia Díaz

María Amelia Diaz

11 agosto 2011 Posted by | MARÍA AMELIA DIAZ, NOVELAS, RICARDO RUBIO | , , | Deja un comentario

Acerca de CRÓNICAS DE UN LEGADO HERMÉTICO, de Ricardo Rubio, por Fernando Sánchez Zinny

Crónicas de un legado hermético

¿Novela o embozado libro de memorias? ¿Imaginación o alegoría? ¿Realidad o símbolo? Como en otras tantas otras obras en las que busca dejar su impronta la generación de escritores a la que ha tocado compartir la vida argentina de la segunda mitad del siglo pasado, son ésas preguntas sin respuesta, extraviadas en el extenso y sugerente laberinto en que ha desembocado la literatura al periclitar los géneros y al dejar de tener sentido la demarcación precisa entre ficción e introspección.

Ricardo Rubio

En lo formal, Crónicas de un legado hermético, de Ricardo Rubio, es una consistente narración, escrita con cuidado y solvencia, llevadera y tranquilizante según las consabidas normas que suelen agradecer los lectores. En rigor, los lectores -este lector, al menos- no tenemos motivo concreto alguno para suponer que se trata de otra cosa; empero, como también somos parte de esa generación mencionada, inexorablemente compartimos su rasgo característico que es el de la sospecha. Atención: ¿qué es eso del vacío, de la falta de expectativas? ¿Qué es eso del camino hacia el conocimiento, ese goetheano “hacia más luz mis penas se consumen”? Y tememos de pronto, en medio del placer que el texto proporciona, hallarnos ante un espejo en el que están reflejadas nuestras apetencias, frustraciones, compensaciones. No se sabe en verdad de qué habla Rubio pero parece hacerlo de nosotros, con el agravante -que ése es el don del arte- de personalizar en yo, en tú, en él. Quizá sea así y eso nos molesta, nos incomoda, pero a la vez atrae, inquieta y halaga. Advertimos, entonces, que este libro nos representa un gran libro, de cuyo recuerdo será difícil prescindir.

Fernando Sánchez Zinny

Fernando Sánchez Zinny

6 junio 2011 Posted by | FERNANDO SANCHEZ ZINNY, NOVELAS, RICARDO RUBIO | , , , | Deja un comentario

LETRA MARGINAL, novela de Leonardo Gastón Herrmann. Comentario de Ricardo Rubio.

Letra Marginal

La literatura narrativa castellana de importancia comenzó con una nouvelle o novela corta: El lazarillo de Tormes. También El lazarillo de Tormes es un trabajo de índole social: desnuda el hambre que sometía a los campesinos y las torturas de los ya entonces nuevos modelos de esclavitud. La diferencia más destacada de aquélla con “Letra marginal”, es que de esta última conocemos a su autor: Leonardo Gastón Herrmann, quien, además de haber remedado el inicio de las letras castellanas, lo hizo con un lirismo que el Lazarillo no tuvo más que en alusión o paisaje, y también lo hizo, Leonardo, con una circunstancia que en tiempos del Lazarillo era el común denominador en el viejo mundo, donde resultaba imposible luchar contra el poderoso. Si bien estos tiempos modernos, humanitariamente hablando, no difieren mucho de aquéllos, hoy tenemos la posibilidad de escribir un libro, publicarlo y ponerle nuestro nombre. El Lazarillo es un texto anónimo.

En nuestro tiempo existen leyes que, si bien no se cumplen a raja cinchas, hacen dudar de vez en cuando a algunos señorones. Dudas que surgen del temor a que parte del “plan” se dé vuelta o a que algo no resulte como estaba previsto en lo pactado a ocultas de toda luz.

Sabemos por las noticias -entre otras cosas que también conocemos-, que el gobierno formoseño, forzado por latifundistas, niega los derechos de espacio vital a los tobas, los habitantes originarios, y decir esto significa decir que alguien alguna vez llegó, echó a los tobas, porque tenía la fuerza, el número, las armas, y decidió que esas tierras le eran propias por el designio de la prepotencia, y ninguna ley parece alcanzar para iluminar esta oscuridad.

Cómo escribir que un hombre nacido en esta tierra, en este siglo, no pueda disponer de un lote para morar mientras dure su vida, cómo llevarlo a la ficción no ficción, cómo traerlo a la literatura y darle una fuerte dosis de poesía al lenguaje que lo exprese, cómo lograr que no pierda en ningún momento la línea argumental y se transforme en un manifiesto, cómo hacer para que ese argumento tenga sentido. La respuesta está en Letra Marginal, que bucea en la “resurrección”, palabra comprometida y con una fuerte connotación social en los labios -en este caso, en la pluma- de Leonardo Herrmann.

Leonardo Gastón Herrmann

La estructura de la novela está fraccionada en 14 capítulos titulados, casi todos estos capítulos están divididos en subcapítulos solamente numerados y con acápites, mayormente pareados poéticos, creaciones también del autor. La poesía de estas citas se corresponden subjetivamente con la actividad poética de Herrmann, quien, además, todos sabemos es artista plástico, lo que hace que su palabra también dibuje mientras leemos. Si debiéramos trazar una correspondencia, diríamos que es impresionista por el modo con el que da una pátina de lírica a un tema tan flemático; diríamos también que es naturalista, porque sus diálogos son crudos, reales, vehementes; y podríamos decir que es sanguíneo, porque advertimos que en su íntimo fuero arde el lamento y florece la denuncia, como única salvación por el orden, dentro del desorden al que nos arrastra la vida.

No es “Letra marginal” una visión dramática de la vida, no; es una visión patente de muchas vidas, una visión real, no un espejismo, una visión que toma cuerpo a pocas cuadras de cualquier parte, y se manifiesta en estas hojas como pinceladas de indignación. Las metáforas que acompañan a muchos de los personajes dentro de Letra marginal, ayudan a celebrar la vida o, en todo caso, a insistir en ella.

 

Ricardo Rubio

Ricardo Rubio

 

8 May 2011 Posted by | LEONARDO GASTÓN HERRMANN, NOVELAS, RICARDO RUBIO | , , , | Deja un comentario

   

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